Los huesos de los animales conservan durante mucho tiempo el tuétano y se convierten así en una especie de latas de conserva de grasas, que permanecen a disposición de quien tenga un abrelatas para acceder a su interior repleto de calorías.
Rasgos destacables: La evolución humana
En comparación con el hombre actual (Homo sapiens sapiens), el hombre de Neanderthal presentaba un aspecto achaparrado, un esqueleto de menor tamaño y miembros cortos. Disponía de una mandíbula muy desarrollada: al no comer carne cocida, sus incisivos y caninos potentes desempeñaban una función importante como tenazas y cuchillos. La disminución de la fortaleza de la mandíbula conllevó el erguimiento de la cabeza, el desarrollo de la caja craneal y, más adelante, la del cerebro.
El reno constituía el elemento básico de la carne consumida por los cazadores del Paleolítico. Los hombres vivían entonces de la caza y de la recolección (lentejas, arándanos, frambuesas), y tenían que desplazarse siguiendo las migraciones estacionales de los animales. Para la caza utilizaban azagayas de asta de reno y sílex a modo de arma arrojadiza (se lanzaba hacia la víctima) o como arma de acercamiento (se atacaba al animal con el arma en la mano).
El hombre del Paleolítico era cazador y recolector. Su alimentación estaba formada por carne cruda, frutas y raíces. La domesticación del fuego, que se produjo hacia el año 500.000 a. J.C., constituyó un primer cambio: los alimentos, en especial la carne, se podían consumir cocidos. A finales del Paleolítico, la vida del hombre dependía de la caza. La revolución del Neolítico (hacia 8000 a. J.C.) supuso una etapa fundamental. El hombre se convirtió en agricultor: empezó a cultivar la tierra (cereales) y a criar animales domésticos. Su alimentación se volvió más variada, más rica y más regular. Ese invento fue acompañado de la sedentarización de la población y de la aparición de la cerámica (hacia 6000 a. J.C.). Asimismo, el hombre dejó de depender de las manadas salvajes y pudo alimentar a una población mayor.
Karnak, Egipto. Estas inmensas construcciones de almacenaje dependían de los templos, que poseían los terrenos agrícolas. Los campesinos egipcios debían aportar una parte de las cosechas. Los escribas al servicio de los sacerdotes supervisaban la entrega de granos y otros productos. Al fondo (a la derecha), una serie de pequeños talleres aseguran una producción artesanal diversificada. Al lado se distinguen, de abajo arriba, carpinteros, cerveceros, panaderos, carniceros y, por último, alfareros.
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